«Billy miró dentro de las letrinas y comprobó que los lamentos procedían de allí. El lugar estaba abarrotado de americanos con los pantalones bajados. El festín de bienvenida les había transformado en volcanes. Los cubos estaban llenos e incluso rebosaban. Un americano que estaba cerca de Billy se lamentaba de que lo había defecado todo menos el cerebro. Momentos después decía – ¡Ahí va! ¡Ahí va! – refiriéndose al cerebro. Este era yo. Este era yo en persona. El autor de este libro.»
Una breve muestra de lo que nos deja Kurt Vonnegut en Matadero Cinco. Una demostración de ingenio, de cómo representar el horror de bombardeo de Dresde desde el humor más absurdo que muy pocos son capaces de desarrollar y, sobretodo, de imaginar.