Hace apenas un año inicié este apasionante camino, el coaching, y solo hay que ver la cara que ponen los que me escuchan cuando hablo de esta disciplina para darme cuenta que estoy en el sitio adecuado. Ante tantas confusiones sobre lo que es el coaching, no tengo otro remedio que recomendar este post de una colega de profesión, sobre el intrusismo y la falsa imagen del coaching, que además de transmitir bien la información, transmite también una emoción a veces compartida. Brevemente explicado, el problema del coaching es básicamente semántico. El mismo Robert Dilts habla de un Coaching con C mayúscula (basado en un aprendizaje transformacional, focalizado en el hacer pero también en el ser) y otro coaching con c minúscula (basado más en la toma de consciencia, observación y cambio de acciones -únicamente hacer- que dan lugar a diferentes resultados. Lo que podría ser, por ejemplo, ser un coach deportivo). En fin, quizás acabaríamos antes cambiándole el nombre al primero, el que me atañe.
El cambio y el desarrollo personal siempre me han atrapado… muchas preguntas en mi cabeza hasta el momento. Recuerdo que no había cumplido los 18 años que ya me había leído los 8 hábitos de la gente eficaz, o algunos libros de crecimiento personal y espiritual, como las 12 puertas o al autor tibetano Lobsang Rampa.
Bien, el caso es que cumplo un año desde mis primeras sesiones – en los inicios supervisadas – de coaching. Dejo atrás muchos aprendizajes y errores, de los que espero haber aprendido, ¡y los que me quedan!
Además del propio trabajo, centrado en el coachee, sobre el cambio y la adquisición de nuevas habilidades, la figura del coach es fascinante por la excelencia a la que debe entrenarse: lenguaje, comunicación no verbal, propias creencias… un camino infinito.
Me aventuro a compartir algunos aprendizajes vividos durante las sesiones con mis coachees y reflexiones post-sesión. Algunas son obvias pero las he vivido como insights por las puertas que se abrían. En otros casos, más que aprendizajes, son o han sido una especie de mantras. Aquí va:
– Escucha, escucha, escucha, escucha… sigue escuchando. Con toda la atención que hay en tí sobre tu coachee.
– Aunque cueste creerlo, de verdad, el coachee a menudo sólo necesita un simple y puro acompañamiento. Nada más.
– Para encontrar nuevas soluciones a veces es necesario moverse. Literalmente. El movimiento genera nuevas sensaciones, emociones y pensamientos. Movimiento y música.
– La genial y necesaria actitud de compromiso con uno mismo. Si no te comprometes con nada dificilmente lograrás algo, y el compromiso empieza con uno mismo. Las personas evadimos el compromiso por miedo a infinidad de cosas. El coachee que acude a un proceso de coaching ya ejerce un excelente acto de compromiso consigo mismo. Es un buen inicio, ¡enhorabuena!
– Como coach debes centrarte en el campo de interés del coachee. A veces puedes desviarte, sólo un poquito… pero nunca lo pierdas de vista!
– La toma de consciencia está muy bien… pero hay que lograr acción y resultados. Servimos para que el coachee alcance su objetivo, nada más.
– Descubrir y aclarar qué quiere el coachee puede ser, a veces, más la mitad del proceso.
– Prepararse la sesión está bien, al menos con los primeros coachees, siempre y cuando estés más que dispuesto a no cumplir con lo preparado.
– La importancia de hacer atractivo un objetivo.
– Construímos siempre sobre fortalezas.
– Conecta con tu coachee, adáptate a él/ella, empodera, transmite pasión y energía durante todo el proceso de coaching (durante las sesiones y entre las mismas).
– Las herramientas son herramientas. No abuses de ellas pero sé creativo y toma riesgos controlados utilizándolas para lograr el objetivo. Innova, innova e innova, cada coachee es un mundo; creer en patrones de comportamiento no ayuda, limita.
– Jamás pierdas de vista la humildad.
Imagen:
http://www.blogtrw.com/2014/08/crm-la-fidelizacion-del-cliente-como-meta/